De todas las “reseñas positivas” que guardo en la trayectoria,
esta es sin duda la que más escuché y más me emociona.
Ver los resultados en calidad/tiempo (presupuesto, por supuesto!)
con la sonrisa en boca de todo el equipo
y comprobar en el público
un acierto de proyecto,
(y de paso mantener al ejecutivo de turno contento) …
Esa, debe ser la mejor recompensa…
Porque sabemos que no se encuentra mucha vocación en esta profesión
dónde a uno se le va la paciencia,
y el cariño no está pagado.
Poner siempre buena cara
entre idiomas, viajes, horas de sueño, cables y llamadas.
La eficacia de gestión nunca se muestra en los currículums.
El mejor máster fue tocar la diversidad de disciplinas y formatos,
aprendiendo de cada gremio
con reflexión autodidacta sin pretensiones ni búsquedas de premios.
Esto lleva luego, a “manejar” la tensión del momento, “porque también puse luces
y estas eran tus necesidades y no sé estarme quieta,
así que voy a descargar la furgoneta”.
La actitud puede convertirte en solucionador de problemas,
el criterio de valorar y transmitir las metas nuevas, la comunicación interna,
y los oídos grandes con papel y boli cerca de la cinta y la linterna…
También resulta que me he topado con gente muy buena.
Nobles dentro de un mundo no muy amable, al que podríamos cambiarle la idea
con vistas de evolución hacia fuera,
y es que pese a todo, adoro
este país y su potencial si a esta generación nos dejan.
Porque por muy freelance que sean
mis disponibilidades y mis ganas…
siempre encuentro el rato
para irme con mis chicos a tocar la guitarra.
miércoles, 7 de julio de 2010
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