No quiero esperar a que un día despierte y la pesadilla viva en mi propia casa.
No quiero romper a ostias el centro,
de la rabia que me clava este alma,
pensando que me faltará tarde o temprano.
No quiero seguir en este espacio; de absurdas mediocridades, sin ella.
Ella es mi hermana (grande y pequeña).
Es la luz que ve en la oscuridad,
cuando se dilatan sus pupilas y las miradas amarillas
sobresalen del manto gris.
Ella es quien escucha gilipoyeces a pares y jamás me replica,
y jamás me da la espalda.
Ella ronronea a mis guitarras
y nada será capaz de sustituirla en abrazos.
Y eso que no tiene brazos,
sino extremidades para jugar.
Ella se escapa de todas las formas de personalidad, sentimientos
y miento si siento que sus arañazos solo rompen mis medias.
Ella cayó cinco pisos hace dos veranos,
Solo para demostrarnos
Que no hay hombre ni dolor que nos separe.
Sé, que se suicidó para volver a nuestro lado
Para recordarnos que ya no es un bebé,
Sino la tía fuerte que nos cura cuando acaba la batalla.
Con ella, los versos y las palabras tienen nuevo diccionario.
Con ella, compuse las sonatas más bellas
Sin violines ni violas ni pianos.
El agua torna colores invisibles,
La soledad nunca viene por casa,
Las flores ahora son comestibles
Los pájaros, por si acaso, se quedan en jaulas.
Porque dos minutos después de una peleilla,
Me besa la frente y olvida que regañamos.
Todo lo arregla con sonidos inteligibles
Todo lo calla,
pero las caricias y el acurruco, y las sonrisas que hacen su boca
Parecen imposibles de observar.
Eso sí, no quería esperar,
Para contar sus gestos sin facciones,
Para soñar sus noches en el piso de arriba
Para hacerle ver que somos pareja en el sofá
Y mi ropa negra, y mi escritorio, y patty
Todos repletos de ella.

Jana, cariño.
No nos faltes nunca. (ti quiedo)